lunes, 31 de julio de 2017

Y qué importa

¿Y cómo te digo
ahora que te quiero?
¿Cómo expresarte
lo que ha dolido
el haberte perdido
en esa lejana vida
de tierna juventud
que me parece
haber vivido
en un mundo paralelo?
Que diviso
entre la bruma del tiempo
casi como un sueño.

Y qué importan
todas las hojas
que han llorado
docenas de otoños
(por nosotros).
Y qué importa
el profundizar de raices
de las acacias
y los almendros
mientras esperaban
el reencuentro
(el nuestro).
Y qué importa
el amor platónico
de jaurías de lobos
por constelaciones
de lunas llenas
que para oirlos aullar
salían de sus cuartos
menguantes.
Y qué importa
el desespero de los ríos
por desembocar
en todos sus mares.
Y qué importan
todos los cometas
que brillan de ilusión
mientras recorren
distancias estelares.

Y qué importa
si todos los decimales
de PI contienen toda la poesía
que jamás podré escribirte
(y que nunca leerías).

Y qué importa
que el universo
haya llegado
a entenderse a si mismo.
Si tú no me entiendes a mí.
Si no encuentro
los grafos,
ni las pinceladas,
ni los mares de lágrimas
en incontables almohadas,
ni las auroras boreales,
ni las alboradas,
que te hagan entender;
que te necesito conmigo,
que necesito
que nos inventemos
otra vez una vida
que sea nuestra,
un sueño para soñarlo juntos,
unas sábanas
para incendiarlas
en los cuartos
crecientes de luna.

O si nada de eso es posible,
que necesito al menos
la chispa de tu mirada;
esa que tenías,
cuando en una vida pasada,
parecía que me amabas.


@SolitarioAmnte / vii-17











viernes, 28 de julio de 2017

El fin de alguna eternidad

Y descubres de repente
que se te han acabado
los incontables segundos
de alguna eternidad.
En mi mente siempre fuiste
inacabable, inagotable,
más que infinita.
De repente,
los relojes de arena
se han quedado
sin sus desiertos,
sin sus dunas
(hasta sin sus escorpiones)
y sin sus granitos
de perpetuidad.

De repente,
tu imagen emerge del cristal
y se desdibuja,
y no es la misma efigie platónica
que contemplé inmutable
en cada despertar del ayer.
Los linderos de la realidad
escurren la infinitud
del amor que nos profesamos
(en mis sueños)
y me inunda una verdad
que asfixia y sofoca
los anhelos cultivados
a lo largo, lo ancho y lo profundo
de ubérrimos veranos.

Ojalá me supieras
a la angustia
de despertar de una pesadilla
en la cual no me anhelas.
¡Ojalá!
Mas me sabes
a la congoja
de despertar de un sueño
en el que me sueñas
a la realidad de pesadilla
en la que soy descartable
(ni siquiera reciclable).

Y descubres de repente,
que has llegado
al fin de alguna eternidad.



@SolitarioAmnte / vii-17





jueves, 27 de julio de 2017

Petrificado en tus laberintos

Estas allí,
sentanda en un orilla del tiempo
que no me decido
si la quiero en los mañanas
que aún no me visitan,
o en los incontables mañanas
que se quedaron adormecidos
en los ténues destellos
del gélido crepúsculo del ayer.

Y en ese borde del tiempo
tus labios centellan
y los vuelvo a morder
en una esquina solitaria
de aquel viejo barrio
y aquellas calles empolvadas
que vieron nuestros primeros besos.

Y los tibios rayos de sol
de atardeceres infinitos
que siempre brillaban intensos
aunque escamparan plomizos arcoiris
iluminan tu rostro virgen
y tus pechos redondos
como lunas llenas
carentes de lobos todavía
en su casta alborada.

Se me quedaron centenares
de miradas perdidas
y petrificadas
en los laberintos
de tu melena
de indomable Medusa
que arrastraba piedrecitas
de multitud de colores
por los ríos de ilusión
que me manaban desde dentro.

Y en ese canto del tiempo
en el que te encuentro
te deseo ataviada
de la seda
de un amanecer
que despierta
de una noche eterna
en la que tus pechos
fueron mi fuente de vida
mi Nilo teñido de rojo
y tus muslos fueron
el sarcófago
en donde embalsamamos
los fieros deseos
de noches egipcias
de vehemente pasión.


@SolitarioAmnte / vii-17









jueves, 20 de julio de 2017

De otoños y primaveras

Nacen otoños en tus párpados
y te veo más hermosa que nunca.
Mil primaveras
nunca fueron suficientes
para describir la alegría
de rozar tus mejías
con la carne de mis labios.
Me dices algo
y arden leños
en la fogata de tu boca.
La miel de tu mirada
flota en el ambiente
y arranca
la danza de los cisnes
al compás
del movimiento pausado
de tus níveas manos.
En tu cabellera azafranada
se enredan mis mariposas.
En tu cuello
nacen arcoíris
y torrenciales cascadas
de agua fría.
En tus dos pechos
Sagitario flecha a Casiopea
y le hace el amor
al compás de la sinfonía
de cuerpos celestes
que rinden pleitesía
a tu celestial estampa.
Acontece todo esto
ante mi mirada hipnotizada
y se arremolinan vientos
de suspiros profundos
que nacen
de mi alma enamorada.


@SolitarioAmnte / vii-17


lunes, 17 de julio de 2017

Punto en el vacío

Vacío.

Un punto.
Yerto.
Yermo.
Inerte.
Calmo.
Mudo.
Invisible.
Infinito.

Un botón.
Un toque,
divino,
sobrenatural.
Una explosión,
descomunal,
colosal.
El tiempo.
El alfa.

Vertiginosa
expansión.
Átomos.
Polvo.
Gases.

Estrellas,
planetas,
galaxias,
agujeros
negros,
cuerpos,
cuerpos,
y más
cuerpos
cósmicos.
Luz.

Un sol
Un planeta.
La Tierra.
Un milagro.
Otro
toque divino.
La vida.
Tenaz.
Ínfima.
Crecimiento.
Multiplicación.
Verde.
Aire.
Oxígeno.
Agua.
Criaturas.
El hombre.
Fuego.

El amor.
El odio.
Guerras.
Paz.
Más guerras
que paz.
Dolor.
Sufrimiento.
Placer.
Gozo.
Agonía.
Soledad.
Alegría.
Compañía.
Sueños.
Desilusión.
Conquistas.
Imperios.
Locura.
Arte.
Religión.
Ciencia.
Invención.
Destrucción.
Apocalípsis.
Armagedón.
Un parpadeo
en el infinito.

Finita
eternidad.
Colisiones
cósmica
colosales.
Fusión.
Fisión.
Abismal
contracción.
Infiernos
engullendo
infiernos.
Otra
efímera
eternidad.
Singularidad.
El omega.

Un punto.

Vacío.

@SolitarioAmnte / vii-17



viernes, 14 de julio de 2017

Sin sutilezas termina lo nuestro

Rotas todas las promesas
sin corazón en el pecho
fracturamos hoy lo nuestro.
Ya no importa si me besas
y si aceptas como un hecho
éste final tan siniestro.

Las almas ya no están presas
y su libertad hoy fecho.
Me hirió tu corazón diestro
con sus maldades confesas
y quedó un amor deshecho.
Ya ni mis ojos te muestro.


Ya no esperamos sorpresas.
¿Y qué si al olvido hoy te echo?
¿Y qué si amor no demuestro?
Si del miedo somos presas
fieras te dejan maltrecho.
El corazón hoy adiestro.

Son absurdas tus revesas,
el amor yace en el lecho;
pues siempre fuiste maestro
en dejar las almas lesas.
Tengo el corazón estrecho,
me destrozaste hasta el estro.


No estoy para sutilezas
mas no quise herir tu pecho.
Nunca lo hice manifiesto
mas fueron más mis torpezas
que mal actuar al acecho.
Todo el sentir no demuestro.

Pues para ti tus rarezas
y ese tu hiriente despecho,
que tu sentir ya no es nuestro.
No doy más delicadezas:
mi corazón no es tu techo.
Y aquí termina lo nuestro. 



Poema en colaboración: @Pequenho_Ze & @SolitarioAmnte
vii-17



jueves, 13 de julio de 2017

La celda


Estoy atrapado en una celda de barrotes de oxígeno inoxidable. Mis carceleros son segundos mudos e implacables. Me cambian los carceleros a cada instante; cada que volteo a ver, se han ido los anteriores y vienen unos nuevos; más implacables y más mudos que sus predecesores.

Subyugado a la tiranía del presente, desde esta celda invisible; soy incapaz de caminar a la habitación contigua, la del ayer; sólo se me permite verla desde un cristal a prueba de balas atemporales. 

Enfrente, observo constantemente, la habitación del mañana; pero no lo distingo claramente; hay una cortina de bruma que me la desdibuja. Por ratos la veo soleada, asombrosa y esperanzadora; por ratos la veo sombría, quejumbrosa y aterradora.

Cada vez que despierto, tengo la sensación de despertar en lo que parecía la habitación del mañana; pero la observo a detalle, veo el papel tapiz, los cuadros de arte abstracto que cuelgan de sus paredes, el color y textura del piso; el techo, esa misma mancha en una de sus esquinas, esa misma gotera que tanto me desespera; y concluyo, que sigue siendo la habitación del presente.

Durante el día, me siento en un banco de circunstancias; tiene tres patas desiguales; con mucho trabajo mantengo el equilibrio. Desde mi banco veo los segundos pasar; tan mudos, nunca me dicen nada, ni me saludan ni se despiden; tan implacables, de reojo me miran con desdén. Desfilan instante a instante frente a mí. La otra vez quise sujetar uno de ellos de una de sus piernas; era tan escurridizo y resbaloso; se me escapó en un segundo el muy taimado.

Tengo esta lista de cosas por hacer en este presente constante, y se me va la vida en hacer y hacer. A veces estoy tan ocupado en el hacer, que ni veo los segundos pasar; solo tengo esa sensación de que son multitud de ellos los que se han ido y han llegado, casi sin dejar huella en mi celda del ahora.

Después de un tiempo, empiezo a notar en carne propia, lo verdaderamente implacables que han sido (esa infinidad de segundos que han pasado).
¡Mira como me van dejando el cuerpo! Todo gastado, cada vez más marchito y mallugado; segundos desalmados.

Y sigo aquí, con mi lista del hacer; haciendo, deshaciendo y volviendo a hacer. Sin notar el ejercito de segundos que desfila frente a mi celda; sin sentir el daño que le hacen a mi cuerpo, a mi alma. Luego de un buen tiempo me doy cuenta, que la verdad; es que me están matando de a poquito, haciéndome pequeñito.

Un día desperté con esa sensación, clavada como puñal en el centro de mi corazón; ya no habrían más segundos para ver pasar, mi cuota estaba por alcanzar. La promesa contínua (que siempre se cumplió) de seguir viendo el mañana, se había acabado. Ese día quise contemplar el mañana a través de la bruma; mas una cortina de hierro me separaba de él. La cortina estaba recubierta de espadas de dos filos de distintos tamaños; en cada espada caminaban, a cada lado, escorpiones ponzoñosos de aspecto formidable. Infranqueable.

Me senté en mi banco de circunstancias. Miré mi lista de cosas por hacer, estaba vacía; del asombro casi me caigo de mi banco, al perder el equilibrio. Me parecía que los segundos pasaban más lento, casi se congelaban; y en ese momento observé sus rostros con todo detalle; cada uno tenía un rostro diferente, pero era obvio que todos, eran los rostros de la muerte.

El último segundo que llegó, tenebrosamente enmudecido; tenía los mil rostros de la muerte. Llevaba una túnica negra muy larga, parecía tan antigua. Su cuerpo parecía totalmente atemporal, desprovisto de temperatura; sin embargo, daba la sensación de estar envuelto en llamas ancestrales; pero las llamas no abrasaban, todo lo contrario, eran tan terriblemente frías; como salidas de un invierno recalcitrante, desde el origen de los tiempos de todos los universos. Llevaba un aro muy grande de plata, del cual pendían miles de millones de llaves de eternidad (no sé como le cabían tantas). Tomó una, la introdujo en el cerrojo de mi celda del ahora y la abrió.

─Eres libre ─me dijo─ ¡Todo ha terminado!

@SolitarioAmnte / iii-17



Virtualidad


Amanece un nuevo día, y como cosa extraña, no siento dolor en ningún hueso, a mi edad, es raro. Ni siquiera me duele la espalda. La mañana es tan perfecta como puede ser una de otoño. Mientras viajo en el tren al trabajo tengo que escribir un tuit sobre eso. A ver: "Ya no me siento tan solo, me abriga la compañía de la ocre soledad de estos árboles que me quieren abrazar con sus ramas y acariciar con sus hojas que están más muertas que mi alma". ¡Caray! Tengo cuarenta caracteres de más. ¿Qué le quito? Ya deberían extender esto. Ciento cuarenta caracteres no alcanzan para contar la vida. A ver, borro aquí, cambio allá: "No me siento solo, me abriga la compañía de la ocre soledad de estos árboles que me acarician con sus hojas, más muertas que mi alma". ¡Bien! Ocho caracteres me sobraron. ¡Publicado! Tiene el justo dramatismo que el melancólico otoño merece. Seguro me dan varios "likes" y "#RT". Ahora a ver las noticias en línea, como siempre, algunos muertos por aquí, manifestaciones en algún país asiático que está harto de ser comunista. Otras en un país sudamericano que está harto del irrespeto a sus derechos constitucionales. Otra gran potencia se va a la banca rota. Otra que sigue ganando fuerza. Las colonias en Marte siguen su expansión, ¡doce mil habitantes ya! La tasa de natalidad de los terra-marcianos es controlada y sostenida. ¡Lo mismo de siempre!

No sé a que hora he llegado a la oficina. No lo he notado. Será mejor que me ponga a trabajar. Definitivo, esto de trabajar a través de internet me sienta de maravilla. A ver, que quejas de clientes hay. ¡Caray! Otra vez tienen problemas en sus entregas en Chicago. Un par de audio llamadas de Skype y lo soluciono. Se han ido tres horas ya, ni tiempo de desayunar. Es raro no sentir hambre; pero, todas las quejas han sido atendidas. Tomaré un receso de quince minutos. A leer unos cuantos poemas en Poémame.com, dejar comentarios a los que me gustan. Estos chicos y chicas cada día escriben mejor. !Qué poesía espléndida! Volteo a ver el monitor de mi ordenador y sorpresa, se ha llenado la bandeja de quejas nuevamente. !Uf! Tengo trabajo para otras dos o tres horas. Manos a la obra. La mañana se fue en un abrir y cerrar de ojos. No tengo apetito y ya es tarde. Usaré mi hora de almuerzo para ir el parque que está a unas cuadras del edificio. En esta época es relajante caminar entre los árboles de colores azafranados. Ese crujir de hojas que piso, no sé, me relaja. El viento que no es frío ni cálido. Unos pájaros trinan, no parecen alegres, noto nostalgia, seguro extrañan la primavera; pero trinan, eso es bueno. Es maravillosa la naturaleza, y sin embargo, no puedo evitar usar mi móvil para escribir un tuit inspirador sobre mi caminata. Aprovecho para enviar un par de WhatsApp a esos dos grupos de amigos, principalmente al grupo de lectura. Tengo que decirles como me va leyendo "La lentitud" de Kundera. Doy un vistazo al instagram de unas amigas, de vacaciones en Europa. !Qué envidia! Se acabó la hora de almuerzo en un parpadeo.

La tarde perfila no muy diferente de la mañana. Más quejas, llamadas a proveedores, persecución a compañías de entrega. Un respiro de cuando en cuando, breves minutos cada hora y media. Un vistazo a Poémame. Una ojeada a mi e-book de Kundera, comerme a grandes bocados unas pocas páginas de lectura. Música de fondo todo el día, en mis audífonos. Principalmente mis listas maravillosas de Spotify, y algunos videos en Youtube. Antes de fijarme, estoy en el tren de vuelta a mi apartamento. Por un instante pienso en la cena, la fuerza de la costumbre, pero no sé, no hay apetito. Me voy a la cama, voy a leer un par de capítulos de mi e-book y a dormir. ¿Dormir? Parece que ni sueño tengo, pero hay algo por dentro, que me dice, que debo dormir. Es lo normal, lo usual. A ver, unos diez minutos para publicar un poema corto en Poémame no serán problema. Ese poemita que me ha rondado la cabeza todo el día. Ya está. !Quedó bonito! Con suerte tendré unos likes y comentarios para mañana. Me duermo.

La mañana arranca otra vez, y no sé por qué, pero me siento como programa de ordenador en un bucle diario. Todo parece lo mismo otra vez. El tuit de buenos días. El tren hacia el trabajo. Noticias mundiales y marcianas. Quejas de los clientes. Sigo sin dolores de cuerpo. Es lo que más me extraña. Sin apetito. También raro. Debo ir al doctor. Algo no anda bien. Me siento mejor que nunca, y sin comer. Voy a usar ese nuevo servicio de doctor en línea que nos informaron este año. Aquí está la aplicación en mi ordenador. Un click y listo. El doctor me hace un sinfín de preguntas. Usa la cámara de mi ordenador ─y su capacidad de rayos X─ para hacer un chequeo general. Pongo mi índice en el sensor de huella digital que mide mi temperatura y hasta procesa microscópicos fluidos que hay en él. El chequeo es tan completo como puede ser para un pre-diagnóstico. ─Todo está bien con usted ─me dice el doctor en línea ─que por cierto es una entidad de inteligencia artificial IA─. No veo necesidad de hacerle una cita física con un doctor humano. ─Duerma al menos siete horas diarias, haga algo de ejercicio ─continúa el doctor─ Coma algo saludable tres veces al día, aunque sea por protocolo, y le vuelvo a ver a fin de mes ─concluye.

Llega el fin de semana y me siento aventurero. Como el lunes es feriado, me compro un boleto a Roatán. Convenzo a Paul y a Lois que me acompañen. Allá vamos los tres amigos. Qué fin de semana. Atardeceres de ensueño, el sol se hunde profundamente en el lejano borde del mar. Charlas interminables sentados bajo una palmera o acostados en la blanca arena. Bailamos en la playa a ritmo de bossa nova y de soul. Lois se pone un poco atrevida y me obsequia algunos besos inesperados, la beso de vuelta, siempre me ha gustado, es tan bella, pero es más una buena amiga que otra cosa. Y para mi sorpresa, a Paul también le obsequia sendos besos. Bueno, las cosas no pasan de allí, Lois tiene buen freno de mano, ni hablar. Mejor así, sino el lunes, de vuelta a la realidad, la incomodidad será abismal.

Es martes, estoy de vuelta en la oficina. Ese viaje a Roatán ya parece más un sueño muy vívido que otra cosa. La rutina inexorable sigue su curso. Inmerso en la virtualidad de mi existencia. Twitter, WhatsApp. Aligerando mi alma en Poémame. Facebook, Instagram. El portal de quejas. Video-conferencias y Skype. Música en línea. Noches de zambullirme en el e-book de Kundera y el de "Vivir para contarla" del Gabo. La falta de apetito. La falta de cansancio. Dormir por protocolo.

Mi cita con el doctor (el de IA) es este viernes. A ver, hoy es miércoles. Me siento igual. Preocupa no sentirme tan humano. Este letargo de mi vida. Esta tarde de miércoles pasa algo inusual. Hay mucho movimiento en la inmensa sala de servidores de la nube. Donde ocurre todo el Cloud computing de mi empresa ─es de sus principales servicios─ . Entran y salen técnicos de mantenimiento. Cables por aquí, cables por allá. Paneles de redes van y vienen. Cajas de servidores se mueven de aquí para allá. Me asomo a dar un vistazo. Moriré por la curiosidad del gato. Desconectan un grueso grupo de cables de un larguísimo rack de servidores y no sé por qué, me da un mareo intenso como cuando se cae en un abismo sin previo aviso. Apagan varios interruptores en el panel de control de ese rack y siento una punzada intensa en el pecho, como cuando te clavan un puñal afiladísimo con una saña psicótica. ─Pero si el doctor me dijo que todo estaba normal ─pienso─ He hecho ejercicio, he comido suficiente, he dormido hasta ocho horas diarias─continúo cavilando. Antes de darme cuenta estoy tirando en el suelo. Tal vez me ha dado un ataque cardiaco y ni tiempo de notarlo he tenido. Los técnicos de computación pasan cerca de mí y ni siquiera voltean a verme. Siguen en su proceso de desactivar esos servidores de la nube, y coincidentemente, conforme avanzan en desconectarlo por completo, yo me siento más grave. Estoy muriendo y nadie me auxilia. Como si fuera invisible, como si no existiera.

Es lunes otra vez. Por la ventana veo una mañana primaveral. ¿Cuándo se terminó el otoño? Y ni me acuerdo que pasó en este invierno. Qué intenso dolor de cabeza. Estaba teniendo una pesadilla. A ver: ¿qué era? Me estaba muriendo. Me estaban desconectando. ¿Cómo me van a desconectar? De qué carajos estoy hablando. ¿Qué es este video que me ha llegado a mi WhatsApp?

Buenos días Fernando. Bienvenido a su vida virtual número noventa y siete. Por petición suya, le enviamos este video informativo al inicio de cada una de estas vidas. Hemos realizado con éxito el upgrade de su vida virtual. Encontrará que esta versión es más realista. Especialmente, la comida sabe mucho mejor, casi como la recuerda en su vida orgánica hace mil setecientos años. La nube a la que lo hemos instalado usa tecnología de punta, the state of the art del siglo cuarenta. El siglo virtual en el que usted ha elegido vivir esta vida es el siglo veintitres. Su edad virtual será de treinta y cinco años. Esperamos se sienta con mucho más energía que en su vida anterior,en la que había elegido tener cincuenta y tres años y vivirla a finales del siglo veintiuno. Estamos seguros que esta experiencia será totalmente placentera. Disfrútela y nos vemos de nuevo en su siguiente vida. Por cierto, este video se autoeliminará de su móvil al concluir y toda esta información será eliminada de su memoria ─no la memoría del móvil, la de su cerebro─; continuará con su vida como si esto nunca hubiera ocurrido... ¿Qué iba a ver en el móvil? Se me olvidó. Debe ser este dolor de cabeza. Aunque ya casi no me duele. De hecho no me duele para nada ya. ¡Cielos! Me siento tan lleno de energía y vitalidad. Qué mañana tan hermosa. ¡Qué alegría estar vivo en un día como hoy! ¡Ojalá esta vida fuera eterna!


@SolitarioAmnte / vi-2017



miércoles, 12 de julio de 2017

Ni disoluta ni impoluta

Ahí estás, disoluta.
Caminas en los pasillos
de la calma,
en tacones altos
y muslos desnudos.
Y tus pechos brillan
alumbrando senderos.

Ahí estás, impoluta.
Descansas tu cuerpo,
horizontal,
sobre un sofa rentado,
y al suelo
lees poesía muerta...
¿O es la poetisa la occisa
y sus versos aún vivifican?

Ahí estás, resoluta.
Escribes en piedra
nuestras promesas
y quemas al fuego
nuestras bajezas;
arrastras cometas
a bordes estelares
y ordenas el universo
con tus avatares.

Ahí estás, hirsuta.
Lanzando improperios,
rasgando misterios,
maldiciendo la luna,
carcomiendo tus ganas,
clavando tus colmillos,
bebiéndome
la vida que mana.

Ahí estás, enjuta.
Esencia anémica, desganada.
Famélica, ajada,
y desvencijada.
Aferrándote
a una historia
que no es tuya,
a una memoria
de recuerdos hurtados
de la bruma.

Ahí estás, absoluta.
Sol de mis mañanas.
Estruendo
en mis tormentas.
Todas las margaritas.
Ríos sin desembocadura.
Noche oscura.
Dulce averno.
Utópico paraíso.
Infierno negro.


@SolitarioAmnte / vii-17


lunes, 10 de julio de 2017

Odio

"Odio sus dientes disparejos,
su corte de cabello, sus rodillas,
...
la forma en que mueve
los labios antes de hablar,
el estruendo de su risa..."
~ 500 days of Summer

Odio
el haberte amado tanto
hasta contar
las gotas en tu llanto.

Odio
los erices de tu espalda,
la brisa
que produce tu risa
y el haber aprendido
a hacerte el amor
sin prisa.

Odio
nuestra mirada cómplice,
tus besos de mariposa,
y los pétalos de tu rosa.

Odio
el sabor dulce
de tus pechos
y la gloria infernal
de zambullirme
en tus muslos;
en nuestro lecho.

Odio
tus labios de vampiresa
y esa tierna dureza
con que devoras
mi pecho.

Odio
el oasis de tu ombligo,
la agresiva pendiente
de tus curvas,
y la sed palpitante
de tu lengua.

Odio
la forma perfecta
de tus tobillos
y la gracia
con que cuelgan
tus zarcillos.

Odio
que eres primavera,
colas de cometa,
nimbo de ángeles,
y en alta mar,
estela.


Odio
el contoneo de tus caderas
y la exquisita espera
antes de recorrer
tus esferas.

Odio
hasta el bramido callado
y el gemido silenciado
que me obsequia tu orgasmo.


Odio
hasta
la hermosura
de esos hoyuelos
que coronan tu cintura.

Pero
odio sobretodo
que nunca aprendí a odiarte,
pues este mi corazón
que es más tuyo que mío,
solo sabe de adorarte.


@SolitarioAmnte / vii-17



Reminiscencia de Invierno (parte VII – final)

Ese lunes por la mañana Salvatore llama a Alessandra camino a su trabajo. Le dice que es vital conversar esa misma tarde. Le pide que salga...

Cristales rotos