viernes, 12 de enero de 2018

Reminiscencia de Invierno (parte VII – final)

Ese lunes por la mañana Salvatore llama a Alessandra camino a su trabajo. Le dice que es vital conversar esa misma tarde. Le pide que salga temprano y que lo acompañe al parque pues tiene cosas muy relevantes que contarle sobre su viaje a Monterrey. Alessandra queda sorprendida de saber que él anduvo en Monterrey el fin de semana y le dice que ella también tiene información muy extraña que compartir con él sobre una charla que tuvo con doña Juana el día sábado. Alessandra no tiene que rogar mucho a Claudia para que la cubra esa tarde; después de lo que ambas vivieron en la cocina de doña Juana, sabe que es crucial esa cita. Salvatore por su lado, pasa muy mal rato rogando a su jefe que le deje salir temprano, una vez más; inventa alguna cita inesperada con el IRS, y en Estados Unidos ese es siempre un tema de respeto; de mala gana, el jefe accede. En el parque, los copos de nieve caen con una tristeza, como si tuvieran el augurio de que esa tarde, alguna hermosa historia de amor, podría acabar. Alessandra y Salvatore caminan de la mano, se miran fijamente a cada rato mientras lo hacen; ninguno comienza tratando el tema grave que necesitan abordar. Hablan de nimiedades. Se preguntan del trabajo. De como van las ventas en la pastelería. De como están los clientes de Salvatore. Finalmente se sientan en una banca, respiran profundo y Alessandra le cuenta todo lo sucedido donde Juana. Salvatore por su lado, le cuenta los increíbles hallazgos de Solomon en los archivos de Remembrance. Ninguno de los dos quiere dar crédito a las historias que cada uno cuenta y a la increíble coherencia y consistencia de ambas. Alessandra llora mientras cuenta su parte, las lágrimas caen al suelo como granitos minúsculos de hielo. Salvatore tiene una cara de aflicción imposible de esconder. Ambos deciden ignorar todo lo que han investigado. Simplemente no pueden dar crédito que el uno o el otro se haya hartado de la relación y del intenso amor que vivían.

Los meses pasan volando. En menos de diez días Alessandra rompe definitivamente con Salvador, su prometido. Le cuenta que ya sabe toda la verdad y Salvador no opone ninguna resistencia. La abandona de inmediato, sin drama. En menos de un mes, ella se muda al apartamento de Salvatore. El mes siguiente dan rienda suelta a su pasión. Las noches no les alcanzan, pues el deseo y el amor les desborda. Los primeros meses son de idilio total, se enamoran tan profundamente, como nunca antes lo habían estado. A partir del cuarto mes, algo empieza a ir mal. Todo lo que investigaron meses atrás empieza a hacerse realidad, inclusive una realidad más dramática que lo que les habían contado. Alessandra desarrolla paulatinamente una codependencia muy intensa y maliciosa. Empieza a tener un comportamiento compulsivo, obsesivo y controlador. Salvatore la ama desesperadamente y aguanta con valentía todo lo malo que se viene. Sus encuentros sexuales no menguan ni un ápice a pesar de todo. Una tarde cualquiera de sábado, volverían al apartamento a las tres de la tarde y pasarían desnudos hasta la media noche, devorándose el uno al otro, con o sin coito; y la cantidad y calidad de sus orgasmos es algo fuera de este mundo.

A los seis meses todo ha concluido. Salvatore se ha mudado de ciudad, ha puesto una orden de restricción contra Alessandra. Ha viajado a Monterrey a hacerse un borrado voluntario de memoria, olvidar a Alessandra y todo lo que tenga que ver con ella, otra vez. Alessandra pierde toda cordura, literalmente. Se le diagnostica algún tipo de demencia. Es recluida en un centro especializado para recibir el cuidado y tratamiento que corresponde. Claudia se encarga de todo. Las ganancias de la pastelería son suficientes para cubrir con esos gastos y aunque no lo fueran, Alessandra es su amiga del alma. Sufre mucho por ella. La visita todos los sábados sin falta. En cada visita, Alessandra le cuenta sus delirios de relación con Salvatore, una que aún no termina; le cuenta como él la visita a escondidas todas las noches, se mete a su cama y le hace el amor toda la madrugada. Y siempre se despide diciendo que la ama con toda su alma, que pronto la rescatará de esa clínica, que ya casi desbarata toda la organización de Remembrance, y cuando concluya, ella será liberada y vivirán felices para siempre. “Salvatore, te amo”, es lo que ella siempre le dice al verlo salir por la puerta de su habitación.

Seis meses atrás, esa noche de domingo, Salvatore llega casi en automático a la casa de Solomon, al sucio y lúgubre sótano donde vive. Por el camino lo asalta la incertidumbre, la ansiedad, el desespero. No puede creer que su historia con Alessandra no acabe de comenzar, que ya tengan esa historia previa. Esa historia tan extraña, y que inclusive ni esa historia es verdadera, según lo que Solomon le ha anticipado por teléfono. ─Tú y Alessandra nunca han estado juntos. Nunca se conocieron en verdad. ─le dice Solomon─ todo comenzó con un concurso que ambos ganaron en alguna red social, alguna encuesta que llenaron y salieron favorecidos con unas vacaciones de ensueño ─Solomon continúa relatándole ese mecanismo que Remembrance utilizó en el pasado, unos tres años atrás, cuando su tecnología estaba en versión beta. Y le cuenta como las dichosas vacaciones de ensueño eran en realidad una prueba beta de implantarles los recuerdos de unas vacaciones. Que coincidentemente Salvatore y Alessandra eligieron Milán como destino de su viaje vacacional. Lo que Remembrance hizo sin su autorización fue agregar la experiencia de romance fugaz, y para que ésta fuera más intensa cruzaron sus dos personajes. Cada uno había sido la experiencia romántica del otro. A decir verdad, había un buen nivel de seguridad en la experiencia, estaba garantizado que el romance sería superficial y temporal y que sembrarían en ambos un sabor de haber sido algo bello, pero que no iba a tener trascendencia alguna. Tiempo después, algo inaudito ocurrió. Los recuerdos sembrados en cada uno de ellos empezaron a crear nuevos recuerdos, unos que no fueron implantados, y que obviamente tampoco correspondían a ninguna realidad. Esos nuevos recuerdos incluyeron la continuidad de su relación de vuelta en Estados Unidos. Y un breve periodo de un año en el que se amaron con una intensidad, como ninguno había experimentado en su vida real, al punto de hacer planes de casarse. La relación ─en la virtualidad de sus nuevos recuerdos─ sin embargo, se deterioró porque Alessandra desarrolló una obsesión maliciosa y un síndrome de bipolaridad que hizo que continuar juntos fuera poderosamente peligroso para ambos. Si bien la relación que su cerebro inventó a raíz de los recuerdos primarios implantados no era 100% idéntica para ambos, los puntos de coincidencia eran asombrosos. En la vida real, dos personas no recuerdan una relación 100% igual tampoco, cada quien le ve sus matices y la ve a través un cristal distinto. Todos los participantes de la prueba beta eran monitoreados quincenalmente por personal calificado de Remembrance y al detectar esa anormalidad los invitaron a ambos, cada uno en fechas distintas, a realizar otro viaje a Remembrance, donde se les contó la verdad de lo que les acontecía y al descubrir ambos que todo era una farsa creada en su cerebro, optaron por un borrado total de toda la experiencia: De los recuerdos que nacieron espontáneamente, del viaje original a Monterrey, de las vacaciones inventadas en Milán, del romance fugaz, de todo lo concerniente al tema. Y para hacer verosímil todo el tema y liberar de responsabilidades a Remembrance les pidieron que grabaran los videos falsos en que ambos confirmaban haber tenido una relación real, que se tornó dolorosa y decidieron borrarla de su memoria. Alternativamente, había unos video reales de todas las sesiones que habían tenido con ellos; estos últimos eran ultra-secretos y estaban encriptados con criptografía cuántica, indescifrable para el mortal promedio; mas no para Solomon. Como parte de los servicios de borrado, Alessandra optó por el detalle de conocer un nuevo novio de inmediato, alguien que sagazmente la conquistara y le propusiera matrimonio, y que tuviera un nombre similar al de Salvatore. De allí surgió Salvador. Por su lado, Salvatore optó por que le sembraran un desgano y apatía total hacia una nueva relación, prefería quedarse como un lobo solitario. Doña Juana y algunos otros personajes, eran personal de Remembrance, que se aseguraban de lo verosímil de las historias, y ante el encuentro inesperado de Salvatore y Alessandra, activaron un plan “B” que hiciera creíble la cuartada de Remembrance en todo el tema ─¿Tienes una memoria USB que me prestes? ─pregunta Salvatore─ cópiame allí todos los videos por favor, me los llevo para revisarlos nuevamente con calma esta madrugada ─. Solomon hace la copia y lo despide con un efusivo apretón de manos, de alguna manera le había cogido cariño a Salvatore ahora, a pesar de la falta de empatía que caracterizaba a Solomon. Salvatore regresa a su casa, conduce con mucha calma, como sedado, como hipnotizado. Los videos vistos pasan por su cabeza una y otra vez, dando punzadas en su corazón, cada vez más fuertes. “Alessandra, te amo”, susurra mientras conduce por la larguísima autopista que lo lleve de regreso a su hogar vacío, un hogar donde Alessandra, en la realidad, nunca tuvo parte.


FIN.


@AljndroPoetry
2018-ene-12


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