Y descubres de repente
que se te han acabado
los incontables segundos
de alguna eternidad.
En mi mente siempre fuiste
inacabable, inagotable,
más que infinita.
De repente,
los relojes de arena
se han quedado
sin sus desiertos,
sin sus dunas
(hasta sin sus escorpiones)
y sin sus granitos
de perpetuidad.
De repente,
tu imagen emerge del cristal
y se desdibuja,
y no es la misma efigie platónica
que contemplé inmutable
en cada despertar del ayer.
Los linderos de la realidad
escurren la infinitud
del amor que nos profesamos
(en mis sueños)
y me inunda una verdad
que asfixia y sofoca
los anhelos cultivados
a lo largo, lo ancho y lo profundo
de ubérrimos veranos.
Ojalá me supieras
a la angustia
de despertar de una pesadilla
en la cual no me anhelas.
¡Ojalá!
Mas me sabes
a la congoja
de despertar de un sueño
en el que me sueñas
a la realidad de pesadilla
en la que soy descartable
(ni siquiera reciclable).
Y descubres de repente,
que has llegado
al fin de alguna eternidad.
@SolitarioAmnte / vii-17
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