viernes, 16 de junio de 2017

Paradoja de certezas inciertas

Escribo desde la paradoja de las certezas inciertas,
desde el pasado irreflexivo, desde el futuro reactivo,
desde las vidas imaginarias que no me atreví a vivir.

Escribo para ti niña bella de mi cuarto grado,
que me escribiste esa nota diciendo que no te
parecía tan apuesto, y yo me atreví a encararte
y pedirte que me lo dijeras viéndome a los ojos,
y entonces vi en tus ojos que mentías, que la
verdad es que yo te inquietaba un poco.

¡Ah, pero no me atreví a encararte!

Y luego de encararte empezamos a hacernos notitas
declarando nuestro inocente amor de niños inquietos,
y en el recreo me dabas la mitad de tu emparedado,
y me sujetabas la mano hasta que quedabamos sudados.

¡Ah, pero no me atreví a encararte!

Y una tarde al salir de la escuela llegaste corriendo
como un tornado, casi sin notarte pasaste a mi lado
y me diste un beso tierno en la mejilla que me dejó
anonadado. Aunque fue mitad en la mejilla, mitad
en la comisura de mis labios.

¡Ah, pero no me atreví a encararte!

Y pasaron tres años de escuela primaria, y nuestros
padres nos separaron, a distintas secundarias nos
enviaron. Y fuiste mi primer amor inocente, algo
más que mi primer amor platónico. Y pasamos
tres años soñados, transición de la niñez
a la adolescencia caminando de tu lado.

¡Ah, pero no me atreví a encararte!

Escribo para ti niña bella de la secundaria,
que me escribías tantas notitas diciendo que
yo te gustaba, implicando que mi novia querías ser.
Y creo que sabías que otra niña hacía lo mismo que tú.
Me escribía sendas notitas sugestivas.
Mas lo que tú no sabes es que un año antes yo ya me
había mirado en los ojos de la otra niña,
ya me tenía cautivado, se te había adelantado.

Pero no elegí a la otra niña que me había cautivado,
te elegí a ti que ni novio habías tenido, (y ahora que me
acuerdo yo tampoco había tenido novía, sino en alguna
vida imaginaria).
Te elegí por tu sonrisa sincera, por tus ojitos de casi
quinceañera. Te elegí porque tu sonrisa me iluminaba
como un sol de verano, como una floresta de primavera.

¡Ah, pero no te elegí a ti, a la otra niña elegí!

Y a la otra niña le di mi primer beso, mis primeras
frases de amor correspondidas, mis primeros besos
inocentes sin mordidas. Le di mi primer abrazo de amor.
Con ella soñé un amor sin final, un amor para toda la vida.
Mas ella me dejó a las breves semanas, algún problema con
su mamá que veía en nuestra relación inocente un claro
obstáculo para su futuro, el que ella soñaba para su hija.

¿Y si te hubiera elegido a ti?

Dos años de secundaria te quedaste a mi lado.
Los recreos tenían más color, un aroma distinto,
el aroma de nuestro inocente amor.
Llegar al instituto era llegar al paraíso porque
allí estabas tú, mi niña Eva, para tu niño Adan.

No teníamos redes sociales ni teléfono móvil,
yo ni siquiera tenía teléfono de línea en casa.
Ah, pero nos comunicabamos por una red telepática,
en un espacio etéreo donde se encuentras los enamorados.

Me escribías tuits en retazos de papel arrancados de
la hoja de un cuaderno. Y yo te escribía igual mis tuits
de respuesta. Me hacías tarjetas de agradecimiento por
cada mes cumplido de noviazgo y yo te escribía las mías.

Y luego de dos años de embeleso, de tardes adornadas
con más de un beso, el destino te arrancó de mi lado.
Fuimos a concluir la secundaria en lugares distintos.
El idilio había acabado.

¡Ah, pero no te elegí a ti, a la otra niña elegí!

No te elegí la primera vez, pero pocos años después
a tu casa te fui a buscar y te volví a encontrar,
tan linda como siempre o más hermosa que nunca.
Tu sonrisa me dió la bienvenida, tu rostro de sol me
iluminó una vez más. Yo ya me había mudado a otra
zona de la ciudad, pero había planes de mis padres
de volver a tu zona y me ilusioné contigo otra vez .

Y supe que no tenías novio, y supe en tus ojos que me
estabas esperando, que anhelabas que volviera a tu lado.
Y me presentaste tu extraña afición, me mostraste
la tarántula que tenías en un recipiente de cristal
en tu dormitorio. Y el cobarde de mí, tuvo tanto miedo.
Acercarme a tu monstruosa tarántula no me atreví.
Y mi tonta mente inocente me mostró el futuro contigo.
Viviendo juntos en nuestro hogar, con unas cuantas
tarántulas y serpientes vivas como mascotas, jugando
con nuestros niños, durmiendo conmigo a la par de mi
almohada y francamente los nervios me crispó.

Pero te quería a mi lado y a tus tarántulas y serpientes
habría aceptado, pero el destino me hizo una mala jugada,
te mantuvo de mí alejada. Nunca me mudé de vuelta a tu zona.
Me quedé viviendo en una zona muy alejada, y ni siquiera
un trasporte propio para visitarte. La vida se hizo agitada,
desde que la universidad me dió entrada. Apenas respiraba,
medio dormía y hasta medio tiempo trabajaba.

Escribo desde la paradoja de las certezas inciertas,
desde el pasado irreflexivo, desde el futuro reactivo,
desde las vidas imaginarias que no me atreví a vivir.

Y mis padres decidieron mudarse de vuelta a tu zona
de la ciudad, a pocas cuadras de tu casa. Y nos hicimos
novios de juventud, fuimos a la misma universidad,
pasamos tantas tardes juntos, estudiabamos juntos
por las tardes (bueno, medio estudiabamos, era más
lo que nos besabamos), nos casamos, tuvimos tres hijos,
envejecimos juntos.

Y en mi lecho de muerte, tu rostro con las más hermosas
arrugas que puede dejar el tiempo, me volvió a sonreir
y me volvió a mirar con esa mirada de sol, y entibiaste
así mi último atardecer sobre la faz de esta tierra.

¡Y fui feliz, a tu lado fui inmensamente feliz!

Escribo desde las vidas imaginarias que nunca
me atreví a vivir.


@SolitarioAmnte / iii-17


No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Reminiscencia de Invierno (parte VII – final)

Ese lunes por la mañana Salvatore llama a Alessandra camino a su trabajo. Le dice que es vital conversar esa misma tarde. Le pide que salga...

Cristales rotos