(2 años)
Es la una menos veinte de la mañana, siento que despierto a la vida por vez primera. ¿Dónde he estado antes que ahora? Es el primer momento en que me doy cuenta que yo soy yo. Hay un llanto insistente en la habitación, soy yo el que está llorando; pero ¿por qué?Hay un grito más allá de la habitación, alguien me exige que me calle; mi mente no tiene idea quien es ese alguien, pero mi alma lo reconoce y lo siente hermano (aunque la palabra hermano ni siquiera existe en mi mente). Veo unas figuras en la otra habitación, unas personas cuyos rostros me transmiten tanta paz y tanto amor; no tengo en mi mente palabras para nombrarlos, pero sé que son buenos, que son las personas más buenas con las que he estado en la vida.
(4 años)
Es la una y cuarto, vuelvo a despertar de este sueño inconsistente; vuelvo a sentir, a saber que yo soy yo, y que soy un niño, y estoy con otros niños jugando en la calle del barrio; por ratos entre el polvo de una calle que aún no ha sido empedrada, bajo un sol que con insistencia me quema la piel, parecen gotas de sol que me llueven sin clemencia y sin embargo a eso le pongo muy poca atención; por ratos cerca de un huerto muy fresco de árboles frutales, donde el clima es maravilloso; y somos felices, estar juntos nos produce alegría; y hablamos de pocas cosas, la mayoría ni las entiendo, pero me siento feliz con ellos.
A esta hora no me acuerdo de un pasado, ni pasa por mi mente la idea de un futuro; solo vivo el ahora, y lo vivo con mucha alegría; y sigo a cada segundo dándome cuenta que yo soy yo y no soy ninguno de esos niños con los que soy tan feliz.
(6 años)
Son las dos de la mañana, empiezo a distinguir que hay un pasado en mi vida; unas pocas cosas ya ocurrieron, quedaron atrás, ya vivo muy lejos de esos niños con los que compartiamos alegría en forma de juegos. Empiezo a tener responsabilidades, muchos días a la semana tengo que ir a un lugar donde una señorita me enseña cosas; letras al parecer, números. Hay un misterio que se empieza a develar; algo que pasaba desapercibido, estaba como detrás de una cortina; ahora es visible y evidente, puedo ver palabras donde antes no las veía; están por todas partes, en mi casa, en latas y frascos de comida, en la calle, en rótulos que abundan por doquier, en libros que tienen muchos dibujos bonitos, pero también muchas palabras. Esto está cambiándome la vida.
Definitivamente yo soy yo, y distingo palabras para clasificar a los otros; tengo dos padres, una maestra de escuela, compañeros de clase; y especialmente hay dos niños que siempre siempre están en mi casa, nunca se van y nos
queremos muchísimo; son mis dos hermanitos, que gusto me da tenerlos; pero por alguna razón que aún no descubro, mi mamá me regaña cada que puede por causa de ellos y no sé de que va eso, los quiero tanto, me caen tan bien, nunca pienso en hacerles ningún daño.
(12 años)
Son las tres y media de esta mañana de la vida. Ahora si estoy más seguro que nunca que yo soy yo. El pasado es una gran verdad, son tantas las cosas que he vivido ya; hasta me he enamorado y no he sido correspondido; he terminado la escuela primaria, estoy a punto de ir a la secundaria.
Mi madre me insiste sobre lo que es bueno y es malo; las buenas y malas costumbres, el tipo de hombre que debo ser, jamás engañar a una mujer; cual será mi futura profesión; me habla de ética, modales, valores; y sobre un futuro que pinta bien (al menos así como mi madre lo pinta).
El hoy y el ahora empieza a pasar a mayor velocidad; y sin darme cuenta plena de cada momento, sin disfrutar de cada instante como lo hacía antes.
(22 años)
Son las seis y media de la mañana. He concluido la universidad, me he enamorado más de una vez. Me he esforzado por seguir el código de ética y valores que mi madre me ha enseñado durante todo el pasado de mi vida; pasado que empiezo a sentir como algo largo.
Tengo tanta vida por delante, quiero comerme al mundo. Estoy armado hasta los dientes con conocimientos profesionales y estás ganas inclementes de devorar el mundo y hacerlo mío; al menos mi pedacito de mundo, en un rinconcito de las cosas y las personas y de la infinidad de eventos que éste ve ocurrir.
Yo soy yo en toda su plenitud, y agárrate mundo por que allí te voy.
(40 años)
Es medio día ya.
¿A que hora he llegado a esta primera mitad de la vida? Ni me he dado cuenta. Ya no me siento tan yo como me sentía hace algunos años. Ya no me parece que tenga una larga vida por delante. El reloj parece, lentamente, empezar a correr en cuenta regresiva; tic tac, tic tac.
He amado intensamente y he estado a punto de casarme. He amado la vida y a mujeres inolvidables. He amado mi carrera y el ímpetu con el que he devorado mi pequeño mundo. El apetito empieza a ceder; los sueños y los anhelos, no son lo mismo que solían ser; como que brillan menos.
Empiezo a estar menos seguro de todas las cosas en que he creído, de los códigos bajo los cuales he vivido.
Mi madre se ha ido hace breves años, una enfermedad terminal la desgastó de a poquito, hasta llevársela por completo; cuanta falta me hace.
El pasado pesa bastante, como un saco muy grande que se me ha llenado de tantísimas cosas; no sé ya ni que tanto. A veces le doy un vistazo a su interior y hay muchísimas cosas valiosas, otras no tanto; otras hasta huelen un poco mal, como que empiezan a podrirse; no sé por qué no las saco y las boto para siempre.
(80 años)
Se acercan las doce de la noche, ya estoy muy cansado.
¿A dónde se han ido estas últimas doce horas del día de la vida? Ya lo he vivido todo. He amado y me han amado intensamente. He tenido hijos y nietos; todos andan ocupados en sus cosas, los veo poco; pero cada vez que los veo, el día tiene sabor y color y un aroma, un aroma a felicidad, a alegría; como cuando jugaba con aquellos niños desconocidos (ahora me parecen desconocidos, no sé si fueron un sueño siquiera, jamás los volví a ver) en una calle polvorienta o en aquella huerta tan fresca; cuando apenas me daba cuenta que yo era yo.
Finalmente una mujer se quedó a mi lado para siempre. ¡Ah, que mujer!
En sus ojos me han brillado todas las estrellas del firmamento; en su piel he nadado, he navegado y he danzado esta danza del amor; que a estás alturas ya varios pasos se me han olvidado. Pero sigue allí, tan leal, tan fiel; ambos lo hemos sido, hemos permanecido. Ella es mis despertares y mis anocheceres; esa mitad de mí que parece que ha sido parte de toda mi vida, pero si hago cuentas, no ha sido tanto tiempo; pero no importa, me importa el sentir, así la siento. Me ha dado mil y una batallas y creo que casi todas las ha ganado ella. Peleamos por un millón de cosas que a estas alturas ya ni las recuerdo y poco importan, eso no tiene ningún significado ya.
Muchos han sido los despertares en los que me doy cuenta que, el yo que solía ser, está tan desdibujado. Creo que hay días que ya ni me doy cuenta que yo soy yo. Parece que soy parte del paisaje, del amoblado, del papel tapiz. A veces no estoy seguro si solo fuí un sueño; un sueño de vivir, de existir, de ser, de hacer, de alcanzar, de ganar.
Cada día me siento menos yo; me siento más parte del universo infinito, de las galaxias de millones de estrellas, de la inmensa oscuridad del cosmos, polvo de estrellas nada más. Para allá voy, de vuelta al universo infinito, en el que desde la eternidad, yo no era yo, era tan solo unas insignificantes partículas más de todo ese polvo de estrellas que ronda por el universo.
Pero reflexiono; este yo que he sido, que me he sentido, que he vivido; no se ha sentido como polvo de estrellas que no era nada.
Parece que hay algo más que escapa mi comprensión y la ciencia. Parece que esta consciencia está hecha de otra consistencia, de otra esencia; de un misterio, de una magia, de una chispa divina.
Llegaron las doce de la noche, la consciencia se extingue, tengo tanto sueño, es inevitable quedarme dormido. Dormiré el sueño infinito y mi materia volverá a las estrellas de donde ha venido.
Pero el yo que he sido, que he existido y vivido, el yo que ha amado y ha sido amado, no sé a donde irá. Escuché tantas versiones, tantas variaciones de la misma historia, tantas doctrinas, tantas mentiras, tantas teorías, tantas tangentes de la vida. No lo sé a ciencia cierta.
Pero espero que el común denomidador de ellas sea cierta, y que este yo que he sido...
...vuelva a ese fuego original, de donde se originó la chispa de la vida.
@SolitarioAmnte / iii-17
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