viernes, 20 de octubre de 2017

Seres vivos

Jugamos a ser seres vivos,
de esos que se autoproclaman
estar en el pináculo de la evolución
(habría que ver que piensan los delfines de eso);
de esos que nacen, crecen, se reproducen y mueren.

Y vivimos. ¡Ah sí, cuánto nos vivimos!
Vivimos uno punto treinta y tres por pi
(1.33 * π) eternidades...

y todas durante aquel breve verano
que transcurrió en nuestra adolescencia,
¿o fue durante la juventud?
ah, ya no me acuerdo bien,
hace tanta eternidad de eso

y también morimos
(no en el orden que lo hace
un ser vivo promedio: al final),
o al menos yo lo hice
tras esa muerte anunciada que deja el adiós,
aunque pensándolo bien
debí morir antes por sobredosis
de primaveras y lunas llenas
vividas contigo

y aún vamos a morir...
cuando se nos acaben los inviernos,
y las hojas ocre ya no tengan ganas de caer
ni flotar en el viento...
aunque cada uno en un distinto universo;

y morir otra vez
(así cada uno en su propio universo),
quizás duela;
ah, pero lo que verdaderamente duele,
es que tú y yo,
nunca nos reprodujimos;
eso, vaya, eso sí que duele.



@SolitarioAmnte / x-17




martes, 17 de octubre de 2017

El león (y) yo

Al fondo de este foso profundo
me encuentro otra vez;
hay un león, de temible melena,
de profunda mirada, y me parece,
que es la misma mirada
que últimamente veo al espejo;
no es una mirada salvaje,
es quizás, una mirada triste,
derrotista, y a veces extraviada.

Y me mira el león como con desprecio,
sin apetito quizás,
pero igual, se avalanza hacia mí,
y en menos de lo que canta un gallo,
lo tengo encima; parece que tengo
toneladas de salvajismo natural
encima de mí.

Sus zarpazos, sus dentelleadas,
son instintivamente certeras;
desgarra mi carne a su antojo,
el piso es un reguero desastroso
de visceras, sangre y tejidos;
y el león, masticando, como sin ganas.

Y yo, miro al león,
con mi mirada triste y certera,
y el león me mira a mí,
desde lo profundo de mis ojos,
y yo devoro al león y escupo
al piso todos los pelos
de su desordenada melena.

Y no queda nada ya,
ni miedos, ni valentía,
ni sueños, ni frustraciones,
ni pasado, ni futuro,
no queda ni el león,
ni quedo yo...

me he engullido a mi mismo.



@SolitarioAmnte / x-17



viernes, 13 de octubre de 2017

Tozuda necedad

Todavía me acuerdo
de cuando yo:
desayunaba soles
en tu mirada,
cuando me trastornaba
el aroma a girasoles
de tus cabellos,
y me quemaba
el brillo intenso
de tus rojos besos,
y tu tímida desnudez
buscaba abrigo en mi piel.

de cuando tú:
tarareabas en el acústico
organo dentro de tu pecho,
la melodía
de nuestro amor,
y tu dedo índice
dibujaba símbolos astrales
sobre mis labios,
sobre mi pecho,
sobre mi vientre palpitante.

¡Qué sí!
Qué todavía
me acuerdo...

pues la neuronas
de mi corazón,
tristemente obstinadas
y testarudamente nostálgicas,
en su terca tozudez
obcecada y empecinadamente
insisten...
en todavía recordarte.


@SollitarioAmnte / x-17



Reminiscencia de Invierno (parte VII – final)

Ese lunes por la mañana Salvatore llama a Alessandra camino a su trabajo. Le dice que es vital conversar esa misma tarde. Le pide que salga...

Cristales rotos