viernes, 16 de junio de 2017

Frases suicidas

Entre frases suicidas me encuentro,
de esas que han perdido el norte,
han perdido la brújula de la fe,
y se han quedado sin aliento.

Frases que de letras se sienten vacías,
que han perdido la tibieza de sus días,
que el lienzo de la vida lo ven gris,
que ni al arcoiris le ven ningún matiz.

Frases que solían ser color rosa,
o hablaban de vuelos de mariposa,
o de la sutil belleza de una rosa,
o de cursilerías de cualquier cosa.

Frases que estaban llenas de fortaleza,
podadas y libradas de toda maleza,
de sutil elegancia y limpieza,
engalanadas de minimalista simpleza.

Frases para hombres valientes,
que luchan con cuchillo entre dientes,
que a toda adversidad le hacen frente,
y ante la cruda miseria son clementes.

Frases de legendarios caudillos,
de soberanos monarcas sencillos,
de líderes espirituales en calzoncillos,
de profetas que jamás usaron rastrillo.

Frases de belleza singular,
de fuerza sin par.

Frases que observan el mundo
y notan que éste
mucho no ha cambiado,
que sigue tan atolondrado.

Frases que de tristeza se consumen
al ver el mundo de cabeza,
podrido en fétidas mentiras,
vacío de diáfana certeza.

Frases descoloridas de color,
desabridas de sabor,
inodoras de olor,
insensibles al tacto,
ensordecidas de sonido.

Entre frases suicidas me encuentro.



@SolitarioAmnte / iii-17




El despertar (consciencia)

(2 años)
Es la una menos veinte de la mañana, siento que despierto a la vida por vez primera. ¿Dónde he estado antes que ahora? Es el primer momento en que me doy cuenta que yo soy yo. Hay un llanto insistente en la habitación, soy yo el que está llorando; pero ¿por qué?Hay un grito más allá de la habitación, alguien me exige que me calle; mi mente no tiene idea quien es ese alguien, pero mi alma lo reconoce y lo siente hermano (aunque la palabra hermano ni siquiera existe en mi mente). Veo unas figuras en la otra habitación, unas personas cuyos rostros me transmiten tanta paz y tanto amor; no tengo en mi mente palabras para nombrarlos, pero sé que son buenos, que son las personas más buenas con las que he estado en la vida.

(4 años)
Es la una y cuarto, vuelvo a despertar de este sueño inconsistente; vuelvo a sentir, a saber que yo soy yo, y que soy un niño, y estoy con otros niños jugando en la calle del barrio; por ratos entre el polvo de una calle que aún no ha sido empedrada, bajo un sol que con insistencia me quema la piel, parecen gotas de sol que me llueven sin clemencia y sin embargo a eso le pongo muy poca atención; por ratos cerca de un huerto muy fresco de árboles frutales, donde el clima es maravilloso; y somos felices, estar juntos nos produce alegría; y hablamos de pocas cosas, la mayoría ni las entiendo, pero me siento feliz con ellos.

A esta hora no me acuerdo de un pasado, ni pasa por mi mente la idea de un futuro; solo vivo el ahora, y lo vivo con mucha alegría; y sigo a cada segundo dándome cuenta que yo soy yo y no soy ninguno de esos niños con los que soy tan feliz.

(6 años)
Son las dos de la mañana, empiezo a distinguir que hay un pasado en mi vida; unas pocas cosas ya ocurrieron, quedaron atrás, ya vivo muy lejos de esos niños con los que compartiamos alegría en forma de juegos. Empiezo a tener responsabilidades, muchos días a la semana tengo que ir a un lugar donde una señorita me enseña cosas; letras al parecer, números. Hay un misterio que se empieza a develar; algo que pasaba desapercibido, estaba como detrás de una cortina; ahora es visible y evidente, puedo ver palabras donde antes no las veía; están por todas partes, en mi casa, en latas y frascos de comida, en la calle, en rótulos que abundan por doquier, en libros que tienen muchos dibujos bonitos, pero también muchas palabras. Esto está cambiándome la vida.

Definitivamente yo soy yo, y distingo palabras para clasificar a los otros; tengo dos padres, una maestra de escuela, compañeros de clase; y especialmente hay dos niños que siempre siempre están en mi casa, nunca se van y nos
queremos muchísimo; son mis dos hermanitos, que gusto me da tenerlos; pero por alguna razón que aún no descubro, mi mamá me regaña cada que puede por causa de ellos y no sé de que va eso, los quiero tanto, me caen tan bien, nunca pienso en hacerles ningún daño.

(12 años)
Son las tres y media de esta mañana de la vida. Ahora si estoy más seguro que nunca que yo soy yo. El pasado es una gran verdad, son tantas las cosas que he vivido ya; hasta me he enamorado y no he sido correspondido; he terminado la escuela primaria, estoy a punto de ir a la secundaria.

Mi madre me insiste sobre lo que es bueno y es malo; las buenas y malas costumbres, el tipo de hombre que debo ser, jamás engañar a una mujer; cual será mi futura profesión; me habla de ética, modales, valores; y sobre un futuro que pinta bien (al menos así como mi madre lo pinta).

El hoy y el ahora empieza a pasar a mayor velocidad; y sin darme cuenta plena de cada momento, sin disfrutar de cada instante como lo hacía antes.

(22 años)
Son las seis y media de la mañana. He concluido la universidad, me he enamorado más de una vez. Me he esforzado por seguir el código de ética y valores que mi madre me ha enseñado durante todo el pasado de mi vida; pasado que empiezo a sentir como algo largo.

Tengo tanta vida por delante, quiero comerme al mundo. Estoy armado hasta los dientes con conocimientos profesionales y estás ganas inclementes de devorar el mundo y hacerlo mío; al menos mi pedacito de mundo, en un rinconcito de las cosas y las personas y de la infinidad de eventos que éste ve ocurrir.

Yo soy yo en toda su plenitud, y agárrate mundo por que allí te voy.

(40 años)
Es medio día ya.
¿A que hora he llegado a esta primera mitad de la vida? Ni me he dado cuenta. Ya no me siento tan yo como me sentía hace algunos años. Ya no me parece que tenga una larga vida por delante. El reloj parece, lentamente, empezar a correr en cuenta regresiva; tic tac, tic tac.

He amado intensamente y he estado a punto de casarme. He amado la vida y a mujeres inolvidables. He amado mi carrera y el ímpetu con el que he devorado mi pequeño mundo. El apetito empieza a ceder; los sueños y los anhelos, no son lo mismo que solían ser; como que brillan menos.

Empiezo a estar menos seguro de todas las cosas en que he creído, de los códigos bajo los cuales he vivido.

Mi madre se ha ido hace breves años, una enfermedad terminal la desgastó de a poquito, hasta llevársela por completo; cuanta falta me hace.

El pasado pesa bastante, como un saco muy grande que se me ha llenado de tantísimas cosas; no sé ya ni que tanto. A veces le doy un vistazo a su interior y hay muchísimas cosas valiosas, otras no tanto; otras hasta huelen un poco mal, como que empiezan a podrirse; no sé por qué no las saco y las boto para siempre.

(80 años)
Se acercan las doce de la noche, ya estoy muy cansado.
¿A dónde se han ido estas últimas doce horas del día de la vida? Ya lo he vivido todo. He amado y me han amado intensamente. He tenido hijos y nietos; todos andan ocupados en sus cosas, los veo poco; pero cada vez que los veo, el día tiene sabor y color y un aroma, un aroma a felicidad, a alegría; como cuando jugaba con aquellos niños desconocidos (ahora me parecen desconocidos, no sé si fueron un sueño siquiera, jamás los volví a ver) en una calle polvorienta o en aquella huerta tan fresca; cuando apenas me daba cuenta que yo era yo.

Finalmente una mujer se quedó a mi lado para siempre. ¡Ah, que mujer!
En sus ojos me han brillado todas las estrellas del firmamento; en su piel he nadado, he navegado y he danzado esta danza del amor; que a estás alturas ya varios pasos se me han olvidado. Pero sigue allí, tan leal, tan fiel; ambos lo hemos sido, hemos permanecido. Ella es mis despertares y mis anocheceres; esa mitad de mí que parece que ha sido parte de toda mi vida, pero si hago cuentas, no ha sido tanto tiempo; pero no importa, me importa el sentir, así la siento. Me ha dado mil y una batallas y creo que casi todas las ha ganado ella. Peleamos por un millón de cosas que a estas alturas ya ni las recuerdo y poco importan, eso no tiene ningún significado ya.

Muchos han sido los despertares en los que me doy cuenta que, el yo que solía ser, está tan desdibujado. Creo que hay días que ya ni me doy cuenta que yo soy yo. Parece que soy parte del paisaje, del amoblado, del papel tapiz. A veces no estoy seguro si solo fuí un sueño; un sueño de vivir, de existir, de ser, de hacer, de alcanzar, de ganar.

Cada día me siento menos yo; me siento más parte del universo infinito, de las galaxias de millones de estrellas, de la inmensa oscuridad del cosmos, polvo de estrellas nada más. Para allá voy, de vuelta al universo infinito, en el que desde la eternidad, yo no era yo, era tan solo unas insignificantes partículas más de todo ese polvo de estrellas que ronda por el universo.

Pero reflexiono; este yo que he sido, que me he sentido, que he vivido; no se ha sentido como polvo de estrellas que no era nada.
Parece que hay algo más que escapa mi comprensión y la ciencia. Parece que esta consciencia está hecha de otra consistencia, de otra esencia; de un misterio, de una magia, de una chispa divina.

Llegaron las doce de la noche, la consciencia se extingue, tengo tanto sueño, es inevitable quedarme dormido. Dormiré el sueño infinito y mi materia volverá a las estrellas de donde ha venido.

Pero el yo que he sido, que he existido y vivido, el yo que ha amado y ha sido amado, no sé a donde irá. Escuché tantas versiones, tantas variaciones de la misma historia, tantas doctrinas, tantas mentiras, tantas teorías, tantas tangentes de la vida. No lo sé a ciencia cierta.

Pero espero que el común denomidador de ellas sea cierta, y que este yo que he sido...

...vuelva a ese fuego original, de donde se originó la chispa de la vida.



@SolitarioAmnte / iii-17



Geometría del cuándo

Esto no va del ¿por qué?
ni va del ¿cómo? o del ¿qué?
esto solo va del ¿cuándo?
y de su geometría cartesiana.

Dime ¿cuándo? te empecé a perder
¿cuándo? empezaste a buscar
los ángulos de otros versos
los vértices de otra piel.

Dime ¿cuándo?
nuestros triángulos
se volvieron obtusos
y ¿cuándo? dejaron
de ser obscenos
nuestros cosenos.

Dime ¿cuándo?
las puntas de tus radios
dejaron de tocar cada punto
de nuestra circunferencia.

Dime ¿cuándo?
dejé de ser tu estrella polar
tu punto abstracto de referencia.

Dime ¿cuándo?
nuestros soles estelares
se volvieron agujeros negros
insensibles e insípidos avatares.

Esto no va del ¿por qué?
ni va del ¿cómo? o del ¿qué?
esto solo va del ¿cuándo?
y de su geometría cartesiana.



@SolitarioAmnte / iii-17


Besos de frutos rojos

De frutos rojos, que emergen de la crisálida boreal en la primavera del tiempo; eran sus labios.

Carnosos puertos para un navegante aventurero; que cruza la inmensidad de los siete orogénicos mares, por vez primera.

Puertas color sangre, de una tierra virgen, de frutos de luna miel; escondida de la especie humana, desde el big bang de los tiempos.

Oasis del árido desierto florido de la juventud; que dura la eternidad efímera, del parpadeo de un dios griego.
Deidad que recibe en copa de oro bruñido (en las entrañas de los universos primogénitos), el elixir que mana de frutos rojos; cosechados en el Edén original. No el Edén del hombre; el de los dioses niños, que jugaron a moldear un universo de paradojas de espacio tiempo, en donde sembrar la criatura máxima; el hombre alado, que perdió sus alas al roce abrasador, de la entrada a la atmósfera, del Edén segundo.

De frutos rojos era sus besos; los de la mujer primera, de la joven primavera, de la joven oasis del desierto, de la joven Edén.

De la joven, que es la niña de los ojos, del dios griego. Que la piensa y la crea; al imaginarla en las entrañas, de una madre preñada, del fruto de un primer amor; el de sus primaveras otoñales. Deidad imaginaria que la concibe, mientras bebe un sorbo más, del elixir de frutos rojos del Edén original.

Y la niña de los ojos del dios griego, en un Apolo de carne y hueso posa sus ojos, posa sus sueños y posa sus besos; sus besos de frutos rojos.
En el Apolo que es más hueso que carne; el que perdió sus alas en el infierno abrasador, en su caída de un cielo imaginario, hacia la atmósfera del Edén segundo.

Y la joven es feliz con su Apolo; y él es feliz con la joven y con sus besos de frutos rojos.



@SolitarioAmnte / iii-17


Paradoja de certezas inciertas

Escribo desde la paradoja de las certezas inciertas,
desde el pasado irreflexivo, desde el futuro reactivo,
desde las vidas imaginarias que no me atreví a vivir.

Escribo para ti niña bella de mi cuarto grado,
que me escribiste esa nota diciendo que no te
parecía tan apuesto, y yo me atreví a encararte
y pedirte que me lo dijeras viéndome a los ojos,
y entonces vi en tus ojos que mentías, que la
verdad es que yo te inquietaba un poco.

¡Ah, pero no me atreví a encararte!

Y luego de encararte empezamos a hacernos notitas
declarando nuestro inocente amor de niños inquietos,
y en el recreo me dabas la mitad de tu emparedado,
y me sujetabas la mano hasta que quedabamos sudados.

¡Ah, pero no me atreví a encararte!

Y una tarde al salir de la escuela llegaste corriendo
como un tornado, casi sin notarte pasaste a mi lado
y me diste un beso tierno en la mejilla que me dejó
anonadado. Aunque fue mitad en la mejilla, mitad
en la comisura de mis labios.

¡Ah, pero no me atreví a encararte!

Y pasaron tres años de escuela primaria, y nuestros
padres nos separaron, a distintas secundarias nos
enviaron. Y fuiste mi primer amor inocente, algo
más que mi primer amor platónico. Y pasamos
tres años soñados, transición de la niñez
a la adolescencia caminando de tu lado.

¡Ah, pero no me atreví a encararte!

Escribo para ti niña bella de la secundaria,
que me escribías tantas notitas diciendo que
yo te gustaba, implicando que mi novia querías ser.
Y creo que sabías que otra niña hacía lo mismo que tú.
Me escribía sendas notitas sugestivas.
Mas lo que tú no sabes es que un año antes yo ya me
había mirado en los ojos de la otra niña,
ya me tenía cautivado, se te había adelantado.

Pero no elegí a la otra niña que me había cautivado,
te elegí a ti que ni novio habías tenido, (y ahora que me
acuerdo yo tampoco había tenido novía, sino en alguna
vida imaginaria).
Te elegí por tu sonrisa sincera, por tus ojitos de casi
quinceañera. Te elegí porque tu sonrisa me iluminaba
como un sol de verano, como una floresta de primavera.

¡Ah, pero no te elegí a ti, a la otra niña elegí!

Y a la otra niña le di mi primer beso, mis primeras
frases de amor correspondidas, mis primeros besos
inocentes sin mordidas. Le di mi primer abrazo de amor.
Con ella soñé un amor sin final, un amor para toda la vida.
Mas ella me dejó a las breves semanas, algún problema con
su mamá que veía en nuestra relación inocente un claro
obstáculo para su futuro, el que ella soñaba para su hija.

¿Y si te hubiera elegido a ti?

Dos años de secundaria te quedaste a mi lado.
Los recreos tenían más color, un aroma distinto,
el aroma de nuestro inocente amor.
Llegar al instituto era llegar al paraíso porque
allí estabas tú, mi niña Eva, para tu niño Adan.

No teníamos redes sociales ni teléfono móvil,
yo ni siquiera tenía teléfono de línea en casa.
Ah, pero nos comunicabamos por una red telepática,
en un espacio etéreo donde se encuentras los enamorados.

Me escribías tuits en retazos de papel arrancados de
la hoja de un cuaderno. Y yo te escribía igual mis tuits
de respuesta. Me hacías tarjetas de agradecimiento por
cada mes cumplido de noviazgo y yo te escribía las mías.

Y luego de dos años de embeleso, de tardes adornadas
con más de un beso, el destino te arrancó de mi lado.
Fuimos a concluir la secundaria en lugares distintos.
El idilio había acabado.

¡Ah, pero no te elegí a ti, a la otra niña elegí!

No te elegí la primera vez, pero pocos años después
a tu casa te fui a buscar y te volví a encontrar,
tan linda como siempre o más hermosa que nunca.
Tu sonrisa me dió la bienvenida, tu rostro de sol me
iluminó una vez más. Yo ya me había mudado a otra
zona de la ciudad, pero había planes de mis padres
de volver a tu zona y me ilusioné contigo otra vez .

Y supe que no tenías novio, y supe en tus ojos que me
estabas esperando, que anhelabas que volviera a tu lado.
Y me presentaste tu extraña afición, me mostraste
la tarántula que tenías en un recipiente de cristal
en tu dormitorio. Y el cobarde de mí, tuvo tanto miedo.
Acercarme a tu monstruosa tarántula no me atreví.
Y mi tonta mente inocente me mostró el futuro contigo.
Viviendo juntos en nuestro hogar, con unas cuantas
tarántulas y serpientes vivas como mascotas, jugando
con nuestros niños, durmiendo conmigo a la par de mi
almohada y francamente los nervios me crispó.

Pero te quería a mi lado y a tus tarántulas y serpientes
habría aceptado, pero el destino me hizo una mala jugada,
te mantuvo de mí alejada. Nunca me mudé de vuelta a tu zona.
Me quedé viviendo en una zona muy alejada, y ni siquiera
un trasporte propio para visitarte. La vida se hizo agitada,
desde que la universidad me dió entrada. Apenas respiraba,
medio dormía y hasta medio tiempo trabajaba.

Escribo desde la paradoja de las certezas inciertas,
desde el pasado irreflexivo, desde el futuro reactivo,
desde las vidas imaginarias que no me atreví a vivir.

Y mis padres decidieron mudarse de vuelta a tu zona
de la ciudad, a pocas cuadras de tu casa. Y nos hicimos
novios de juventud, fuimos a la misma universidad,
pasamos tantas tardes juntos, estudiabamos juntos
por las tardes (bueno, medio estudiabamos, era más
lo que nos besabamos), nos casamos, tuvimos tres hijos,
envejecimos juntos.

Y en mi lecho de muerte, tu rostro con las más hermosas
arrugas que puede dejar el tiempo, me volvió a sonreir
y me volvió a mirar con esa mirada de sol, y entibiaste
así mi último atardecer sobre la faz de esta tierra.

¡Y fui feliz, a tu lado fui inmensamente feliz!

Escribo desde las vidas imaginarias que nunca
me atreví a vivir.


@SolitarioAmnte / iii-17


Cristales rotos

A pies descalzos camino,
entre los cristales
de mi corazón roto,
en la habitación de mi alma.

Vacío de tormentas,
inundado de tu ausencia,
vacío de sentires,
colmado de ecos mudos.

El silencio me envuelve
en su manto atronador,
los cristales blandos
se clavan como agujas
en el abismo de mi alma.

No hay dolor,
pero hay un sabor,
dulce amargo claroscuro.

No hay dolor,
pero hay un aroma,
fétida caricia estridente.



@SolitarioAmnte / iii-17




Reminiscencia de Invierno (parte VII – final)

Ese lunes por la mañana Salvatore llama a Alessandra camino a su trabajo. Le dice que es vital conversar esa misma tarde. Le pide que salga...

Cristales rotos